A menudo me recuerdas a alguien

Vivo la fortuna, y la condena, de tener una memoria larga y detallista. Recuerdo las cosas más tontas con el mayor lujo de detalle. Sé cómo olía el patio de butacas del Teatro Tívoli, incluso habiendo pisado su moqueta solo una vez. Recuerdo perfectamente el sabor de aquella salsa que le echaban a todo en Dinamarca, pese a no haber pisado el país en más de siete años. Y también la forma y el tacto del asfalto que tenía el patio en cuesta de mi primer colegio en mis pobres rodillas peladas.

Pero la memoria es caprichosa, se desata y sale de sus escondites secretos para recordarte lo más inesperado en momento más inoportuno. Una tarde, el paso de un desconocido te trae de vuelta un olor a tabaco que te resulta familiar. Cuando caes en quién podría ser, te vuelves con cara de ilusión para cruzarte con la sonrisa burlona de la memoria. «He sido yo, solo quería ponerte a prueba» y se va dando saltos sobre el empedrado con la chistera bajo el brazo.

Una tarde al lanzar una frase al aire, juraría haber escuchado la voz de otra persona en mi propia garganta. El shock me acorraló contra la pizarra pero seguí con la explicación sobre vete a saber qué. ¿Pero quién dijo eso? Alguien me dijo eso mismo hace años cuando yo me sentaba en un pupitre. Quizás no fue eso mismo, pero la intención, la entonación, el giro… Alguien me lo dijo antes que yo se lo dijera hoy mismo a mis alumnos.

Me vi en una hipotética tercera persona, desde lejos y todo comenzó a dar vueltas. Y todo eran piezas, unas tenían los lados afilados de los mapas políticos, otras se fundían y mezclaban sus colores. De cada palmo de piel surgían las miradas de todos los que me dejaron huella. Las piezas más estridentes se habían quedado en pequeños recortes aislados. Los parches más dulces se extendieron tejiendo un bloque sólido y armonioso, como la manta que usas para dormir y que te protege del ataque de los monstruos de debajo de la cama.

«…se me ha ido de la cabeza… ah sí, retomo».