Humanos: conjuntos de hueso y piel, con una conciencia que se les presupone y un carga de miedo que busca la luz donde no la hay. Pongan un nombre a sus hijos para que los llene de fortuna en esta vida, para que lleguen a la otra (porque la hay) habiendo pagando a Caronte lo debido y una propina.
Exvotos desenterrados del barro milenario. Un pequeño toro de piedra entre unas manos huesudas. Pilas de huesos perfectamente ordenadas para adorar a los dioses, para que pare este diluvio, para que crezcan las cosechas, para acompañar a la legión a la victoria, para cuidar de estas calzadas, de estos abrigos, de nuestras pequeñas yurtas junto a un río que se congela los días pares y se hiela los impares desde hace meses.
Empeñados hasta la locura en descubrir qué habrá mañana, detrás de esa cortina de días anodinos, como si lo que estuviera por venir fuera a merecer la pena, como si perder el tiempo fuera un camino útil hacia ese algo mejor.
Y mientras, si quieres un pedazo del futuro, puedes abrir la cartera, la bolsa de denarios, el granero de farro. Un péndulo, una baraja, una taza de té, una técnica extraña para leer los pliegues de las manos, orejas, pies o zonas menos expuestas. Una piedra con poderes, una cuerda roja, la roña del sumidero del fregadero. El color de la chaqueta de un señor que cruzó en quinto lugar la puerta de tu casa el día quince de cada mes. El ruido del surtidor de gasolina al accionarlo. El olor a café. Todo nos da pistas crípticas de qué puede pasar.
Augurios romanos, seres del más allá que ayuden, la paz del karma y la venganza siciliana. Esas maneras de ajustar cuentas, de atar cabos y de esperar lo mejor, aunque sinceramente, no esté en nuestras manos.
Y es que no, no estamos preparados. No estamos preparados para reconocer nuestros errores si nadie viene a pedirnos cuentas. No estamos listos para ser valientes sin más recompensa que el haberlo sido. No somos la especie elegida, dispuesta a obrar bien por el placer de hacerlo. No estamos dispuestos a afrontar lo malo que venga, porque vendrá y probablemente se quede más tiempo del estrictamente necesario para que no perdamos la cabeza.
Así que esta tarde, nos vemos a las seis para ir a tirar una moneda a la fuente.