Carretera Comarcal

La luz de las farolas hacía lunares sobre el techo de aquel cuarto y apenas unas horas antes hubiese sido incapaz de poner esta ciudad en un mapa. Me iba, sí me iba, ya tenía pensado qué iba a escribirte en la nota que dejaría en la nevera. El paquete de tabaco en la cómoda, se iba a quedar. Así siempre lo podía usarlo de excusa para volverte a llamar o dejarlo ahí para siempre como quien deja un banderín en un campo de batalla arrasado.

Debajo de un gran letrero que decía «Comarca de Tierra de Campos» había un poste de autobús, todo cadáver etílico amontonado al sol podía subir por veinte duros hasta no sé dónde y el plan de huida era perfecto. No sé por qué planteaba salir en bus si tenía las llaves del R5 en el bolsillo del tejano vuelto del revés en el recibidor.

Hay cosas a las que un hombre no puede negarse, por aquello de «el no ya lo tienes». Hay momentos y lugares que, para un hombre, son un museo de arte clásico con el vigilante en la cafetería. Un intento más, aún estaba a tono y esa espalda me llamaba por mi nombre.

Me volví hacia ti, giré las últimas tres curvas y topé con una de tus manos. Entre sueños separaste los dedos y caí en tu palma como en un guante. La conmoción me desarmó. Un hormigueo me alcanzó el hombro y luego el pecho, la cara. Un mareo profundo, un montón de puntos en la vista y mi cuerpo, como siempre lo había conocido, dejaba de existir. Un túnel.

2 Comentarios

  1. ConPelo dice:

    Para cuándo una entrada sobre los calvos más ilustres?

    1. Calvorotos comarcales 🤣

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